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LOS AMANTES DE UXMAL

"Serían casi las siete, la luna comenzó a bañar con su silueta la oscuridad..."


Tal vez no lo sepan, pero en Uxmal una princesa fue secuestrada provocando una guerra. Si fue por amor o deseo, no lo podemos precisar ahora, pero ocurrió, o al menos es lo que se susurra al correr el viento, cuando subes a alguna pirámide y te dedicas a escuchar los murmullos. A mí me sucedió en diciembre del 2011. Ascendía con cuidado pues estaba empinada. Esa tarde las densas nubes apenas dejaban pasar el sol, amenazaba con lluvia, generando un frescor indescriptible mientras levantaba los brazos hacia el cielo, feliz de experimentar la humedad en mi rostro.


¿Por qué había tardado en llegar ese ecosistema que prometía tragarme por entero? La inmensidad de la selva parecía no tener fin, con ese verdor que llenaban mis ojos. Deseé que lloviera, pero sólo un rocío bañó mi cara. Inhalé limpiando los pulmones. En Sonora no tenía oportunidad de experimentar algo semejante, por la sencilla razón de que casi no llueve.


Reflexioné en tantas cosas, admirando la ciudad maya que tuvo su esplendor en la época clásica, en el estado de Yucatán. Habíamos caminado entre los edificios que a falta de los nombres originales, han bautizado como la pirámide del Adivino, el Cuadrángulo de las Monjas o el Palacio del Gobernador, hasta que nos acomodamos en una de las estructuras y nos preparamos para el espectáculo de luz y sonido.


Serían casi las siete, la luna comenzó a bañar con su silueta la oscuridad. Mexicanos de toda la república se sentaban en las escalinatas junto a estadunidenses, franceses, belgas, alemanes, orientales provenientes de China o Japón. Y entonces comenzó el baile de luces, proyectando las pirámides acompañados de una música impresionante. Fue así como me enteré que Sac Nicté princesa de Mayapán fue adorada por Canek, príncipe de Chichen Itzá.


Supongo que fue amor a primera vista, porque aunque ella estaba prometida con un noble de Uxmal, a él no le importó. En medio de la ceremonia, Canek apareció con sesenta guerreros y la tomó por sorpresa. Cuando la dama despertó, estaba lejos de su tierra, viajando sobre la espalda de algún esclavo o tal vez del mismo señor de Chichen Itzá. El rapto ocasionó que se declarara la guerra, provocando luchas sangrientas entre ambas ciudades.


Me preguntó si fueron felices, si alguna vez amó a su captor o sólo fue producto del capricho del momento. ¿De qué forma llegaron a la intimidad? ¿Deslizó sus manos sobre su cuerpo o solo le rasgó el huipil? ¿La llevó al clímax con paciencia, con arrebato, o eso jamás se produjo? ¿Qué sintió Sac Nicté al conocerlo? ¿Se adaptó a su nuevo destino o sufrió en el proceso?


Nada de eso explica la leyenda, únicamente nos quedan hacer conjeturas, por lo que mientras escuchaba la historia, mi mente afiebrada fue asimilándolo todo, imaginando las finas facciones de Sac Nicté, el coraje de Canek, la sangre derramada por su causa.


Miré hacia la selva, pensando en las batallas, la lucha entre fieros soldados. Dejé de escuchar la música, ya no estaba en el siglo XXI, sino en aquellos turbulentos años, cuando aún no llegaban los españoles y los mesoamericanos gobernaban parte del continente.


Sin conocer la leyenda de estos amantes, no hubiese escrito uno de mis libros. Para ello debía visualizar a Sac Nicté huyendo por la indómita selva entre los brazos de un captor, tal vez deseado, tal vez odiado, como quizás son la mayor parte de las relaciones humanas, con su ir y venir.


El frescor de la noche se entremezcló con el sonido de los insectos, nuestras conciencias atendían su bendito desorden. Ni siquiera escuché los aplausos. El espectáculo acabó, partimos hacia Mérida. Acomodé la almohada del hotel intentando volver a la normalidad, pero no alcancé a conseguirlo, pues todavía lo evocaba como la danza de una luciérnaga.


Primavera Abril Encinas

Obregón, Sonora, Mex.

Autora, Psicóloga.

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